Aceptar el apoyo del mundo vegetal - Email #36
Hola,
este es el tercer email de esta serie. Con él cerramos el ejercicio de imaginación que te hemos propuesto hacer, utilizando al mundo vegetal como objetivo de trabajo. Para que tengas los tres a mano, son los emails 34, el 35 y éste, el 36.
Recuerda que todo lo que queremos es estimular tu imaginación que, aunque es tu punto fuerte como homo sapiens que eres, suele estar muy limitado por la educación que has recibido, hasta tal punto que los ejercicios que te propongo pueden ser confundidos con canalizaciones o mensajes divinos, producto de una conexión sagrada.
No es que desprecie las canalizaciones y los mensajes divinos. Lo que digo es que esto, como ejercicio, no tiene nada que ver con eso, que son cosas lejanas de lograr para la mayoría de nosotros.
Imaginar es humano. Y el principio puede ser aplicado a todo, partiendo de una simple hipótesis que es la que es capaz de desmontar a tu educación. Si una planta te hablara, que te diría. O, si fueras de visita a un mundo en el que solo hay plantas, qué experimentarías.
Este enfoque resulta ser muy práctico para nosotros, humanos, porque “ser o sentir como una planta” no establece una relación, ni una conexión consciente con una entidad que no eres tú, mientras que hablar con ella requiere que la aceptes como algo que está a tu nivel.
Insisto. Esto solo es un buen ejercicio de imaginación.
Cerrando el ejercicio
A pesar del título del párrafo, quiero aclararte que se trata del final de esta serie y no del final del ejercicio en sí mismo. Porque ya sabes que éste es un ejercicio de imaginación que puedes repetir en cualquier momento, por partes, o todo de un tirón.
Lo que sucede es que las tres partes en la que he dividido estos emails no tienen nada que ver con el ejercicio en sí mismo, sino con la longitud que necesito para explicarlo. Todo junto sería un tostón difícil de digerir, porque serían demasiadas palabras juntas. Luego, es verdad que cuando lo haces, puedes darte cuenta de que, en realidad, el tiempo de reloj que lleva es corto y se puede hacer todo junto, de una sola vez.
Hacerlo con otras personas, en grupo, puede ser muy atractivo como ejercicio, porque tendrás más puntos de vista que el que solo tienes cuando lo haces en soledad. Además, si centras el ejercicio en un aceite esencial, en lugar de centrarlo en algo general como he hecho yo, tendrás mucha información acerca de lo que aporta, particularmente, el aceite con el que hagas el ejercicio.
En otras palabras, puedes centrar este ejercicio en el Limón, por ejemplo, lo que te dará información sobre lo que te aporta el limón, como planta. Lo mismo puedes hacer con otros, siempre puros. Con las mezclas tendrás resultados diferentes, dado que hay muchas plantas implicadas.
El aceite no es la planta
El primer acercamiento imaginario nos contó que una planta no considera un aceite esencial como una parte suya. La planta lo ve como un puente entre un ser humano y el mundo vegetal, lo que es un mazazo a la creencia extendida de que “la planta está en la botella”.
Estas son parte de mis notas del email 34:
Me muestra en mi mente como es imposible que ella pueda existir dentro de un cuerpo líquido, encerrada en un frasco. Eso, entiendo, sería como querer meter a un gigante dentro de un pequeño agujero, abierto con un meñique en el suelo de un jardín.
Ese puente, del que nos hablaba nuestra planta del ejercicio de imaginación anterior, se establece por entrelazamiento en el momento en el que se destilan las partes más volátiles de la planta.
Lo que nos aportan
En nuestro segundo ejercicio, profundizamos en la parte energética del mundo vegetal y en cómo el aceite esencial es un puente que sirve de conexión entre su mundo y el nuestro. Repasemos mis notas del email 35, a cerca de lo que imaginaba, dentro de mi cabeza, a cerca de lo que puede aportar un aceite esencial a tu vida.
Entonces caigo en la cuenta de que ese puente está en los espacios vacíos de la molécula física. En mi imaginación, entro y salgo varias veces a través de ese espacio vacío.
Puedo sentir como entra una bocanada de aire desde el mundo vegetal. Siento su tacto en mi piel, y la refresca. Enseguida huelo ese aire que entra a través de la molécula.
No son las plantas las que están en el aceite. Es el “aire” de su mundo, que entra en el nuestro, refrescándolo y flexibilizándolo.
Continuando con el ejercicio
Hecho el repaso, sigamos con la siguiente y última parte. Ya que sé que el aceite es el puente que permite a la energía del mundo vegetal entrar en “mi mundo”, entonces enfoco el ejercicio de esa manera.
Cierro los ojos una vez más y me dejo llevar por las imágenes que ya conozco en mi cabeza. Entro en el aceite esencial, e imagino sus moléculas. Se mueven. Aunque el aceite parece estar en calma y sin movimiento aparente dentro de la botella, en realidad sus moléculas están muy activas.
Me encuentro con una resistencia. Veo las moléculas. Pero no puedo pasar hasta el vacío que existe dentro de ellas, y que es la puerta de entrada al mundo vegetal.
Pregunto a la planta del aceite qué es esta resistencia.
Me muestra una película invisible. Protege al aceite. Es como el filme transparente con el que se envuelven los alimentos, para protegerlos. Puedo tocarlo. Se deforma. Pero no se rompe, y no puedo pasar a través de él.
Pregunto: ¿Qué es lo que hace que esta protección aparezca?
Aceptación. Es necesario que aceptes la ayuda, antes de entrar a buscarla. Puedes solo utilizar el aceite, y no pasaría nada más allá de lo químico. Pero, si lo que quieres es participar de los beneficios profundos y energéticos del mundo vegetal, debes aceptar que somos entidades reales, igual que tú.
Mentalmente me inclino y acepto la ayuda.
La membrana protectora desaparece, y puedo entrar. Paso ahora a través del vacío, por el túnel, hacia el mundo vegetal. Mientras floto hacia allí, puedo sentir el aire de la planta que viaja hacia mi mundo. Me detengo un momento, y respiro su aroma. Me calma. Es una calma activa. No me detiene, ni me provoca estar sin moverme. Y solo quiero hacerlo.
Aun así, me desplazo y entro en su mundo. Siento que, aquí adentro, todo tiene que ver con esta planta.
Las sensaciones de luz de todo tipo y de los olores, sencillos y suaves, pero siempre permanentes, producen alegría en mi cuerpo. Solo quiero moverme. No quiero ir a ningún lugar. No hay ningún sentido, ni dirección posible. Solo me apetece moverme.
Pregunto: ¿Por qué quiero moverme, si el mundo vegetal no se mueve?
El mundo vegetal no se desplaza, pero sí que se mueve. Nos mueve el aire, o el agua dentro de la que vivimos. Esa es nuestra única razón de ser. Como plantas, nos anclamos, pero crecemos dentro del aire o dentro del agua, que son los medios a través de los cuales expresamos nuestro ser, porque son nuestros espacios para vivir.
Tú, como humano que eres, al tener casa, familia y trabajo, te anclas. Esas son tus raíces, con lo que ves tus desplazamientos limitados o eliminados. Pero eso no significa que no puedas moverte. Solo necesitas aire o agua para hacerlo.
Agradezco la lección de no confundir desplazarme con moverme y la comprensión del potencial que me ofrece mi vida, tal cual está. Solo necesito aire o agua para lograrlo.
Abro los ojos y termino.