El apoyo de un buen aceite esencial - Email #35
Aquí tienes la segunda parte, de la serie de 3, dedicada a mejorar tu relación con los aceites esenciales, y con el mundo vegetal en general.
Ya te has dado cuenta, por el email 34, que el trabajo lo hacemos a través de imágenes en tu cabeza. Ésta es la única forma de crear nuevos conectomas, que te permitan reordenar la información que está disponible sobre cualquier tema. La conozcas o no.
La idea sigue siendo muy sencilla. Seguir la conversación mental que tenemos con una planta, y llevar a ésta a que nos muestre su punto de vista sobre lo que es un aceite esencial.
Comenzaremos con un repaso de lo que ya sabemos, y que nos mostró la planta, para seguir a partir de allí.
El aceite no es la planta
El primer acercamiento imaginario nos contó que una planta no considera un aceite esencial como una parte suya. La planta lo ve como un puente entre un ser humano y el mundo vegetal, lo que significa un mazazo a la creencia extendida de que “parte de la planta está en la botella”.
Estas son mis notas (email 34):
Me muestra en mi mente como es imposible que ella pueda existir dentro de un cuerpo líquido, encerrada en un frasco. Eso, entiendo, sería como querer meter a un gigante dentro de un pequeño agujero, abierto con un meñique en el suelo de un jardín.
Ese puente, del que nos hablaba nuestra planta del ejercicio de imaginación anterior, se establece por entrelazamiento en el momento en el que se destilan las partes más volátiles de la planta.
Ya sabes que, al destilar el aceite, lo que se hace es separar las moléculas más pesadas de las más ligeras, que se “mueven” más rápido. Éstas se recogen y se guardan, para luego separar el agua o los residuos del aceite, según el caso.
Lo que nos dijo la planta entonces:
Esas que son más ligeras son moléculas vacías, me dice. Pero que durante el proceso de separarlas de lo que queda de la planta, se establece un entrelazamiento que aporta a esas moléculas cierta personalidad. Me explica que la molécula es un objeto inanimado, pero virgen, que puede ser adaptado para que produzca una reacción en un ser humano. Esa personalidad que adopta la molécula es lo que produce la reacción, al actuar dentro de un cuerpo vivo.
Y allí nos quedamos.
Retomando el ejercicio donde lo dejamos
En ésta, la siguiente parte del ejercicio, necesitarás volver a “entrar” para encontrarte con la misma planta con la que habíamos establecido nuestra imaginaria conversación mental. Como antes, lo haré yo y te paso las notas. Así podrás tener una guía de por dónde tendrás que ir tú.
Así que cierro los ojos e imagino que voy al encuentro de ella.
Le saludo con respeto y cortesía.
Le explico que me gustaría hablar de cómo es que un aceite esencial apoya al ser humano.
Le veo suspirar y se mueve. Yo le sigo. Me muestra una destilería de aceites esenciales. Puedo ver entonces, a la vez, el destilador lleno de las partes de las plantas de las que saldrá el aceite y una nube de moléculas que se separa de esas partes.
Enseguida veo como, al moverse la “nube” de moléculas que se separa, y lo que queda son los trozos muertos de las plantas de las que salió. La nube no está viva, pero está siendo cuidada y protegida.
La planta de destilado, como espacio, es vital
Eso de la “protección” me llama la atención, y pregunto entonces, ¿qué es lo que protege a esa nube de moléculas?
La planta me hace ver que es el sistema de destilado quien lo hace.
Le pregunto si siempre es así, para todos los sistemas de destilado. La respuesta es no. Que depende de quién, cómo, cuándo, y dónde se creó el sistema de destilado.
Me da la impresión de que el tema es importante, pero no continúo por allí y vuelvo a la nube de moléculas.
¿Cuándo se establece el entrelazamiento entre la molécula y el mundo vegetal?
Durante el reposo del aceite, me dice. Veo que la nube que se mueve se enfría y termina cayendo dentro del recipiente en el que se recoge el aceite, una vez se ha separado del agua o de los residuos.
Se crea el puente
Le pido que me explique el proceso.
Entonces desaparece el aceite, recién destilado y sin reposar, y ahora puedo ver un túnel. Afino lo que veo, acercándome y enfocando mejor la imagen que me muestra mi cabeza, y es como un agujero. Del otro lado, está el mundo en el que viven las plantas asociadas al aceite.
Enseguida caigo en la cuenta de que ese puente está en los espacios vacíos de la molécula física. En mi imaginación, entro y salgo varias veces a través de ese espacio vacío. Insisto. Quiero estar seguro de que está allí, de que no es una expectativa de mi mente.
Cuando por fin me calmo, puedo sentir como entra una bocanada de aire desde el mundo vegetal. Siento su tacto en mi piel, y la refresca. Enseguida huelo ese aire que entra a través de la molécula. Entonces caigo en la cuenta de por qué los antiguos llamaron a esto “esencia”.
No son las plantas las que están en el aceite. Es el “aire” de su mundo, que entra en el nuestro, refrescándolo, flexibilizándolo.
La planta con la que estoy trabajando me llama la atención sobre mis notas sobre el ADN de las plantas:
El vegetal es más trasparente y flexible. No se rompe, pero es menos “estático” que el humano. Imagino que eso es lo que genera esa capacidad de la planta de crear nuevas partes constantemente, incluso de crearlas para luego sustituirlas, como ramas y hojas.
Y me dice que eso es lo que puede aportar un aceite esencial a tu vida. En eso te puede ayudar.
Siento entonces cómo mi cuerpo se recupera y se regenera, reparando y creando partes energéticas suyas que se han ido gastando. Mientras sucede, no puedo más que estar agradecido. Y me siento bendecido por convivir en este mundo con entidades como las plantas, cuyo apoyo silencioso mejora nuestras vidas solo con su presencia.