Lo natural es viejo, viejo, viejo - Email #40
Acabo de enterarme de que los neandertales se lavaban los dientes con álamo y pino. ¡Qué nivel!
Yo siempre he pensado que estos señores eran como esos primos lejanos que viven en algún lugar, tan separados de nosotros, que podrían irse a otro planeta y no pasar nada. No me lo podía creer. Así que me puse a investigar y mi corazoncito ya se ha calmado un poco sobre todo esto.
Al final me ha quedado claro que la relación de nuestro cuerpo con el medio en el que vivimos ha sido, y sigue siendo, una de nuestras prioridades como especie. Por eso, con el tiempo, hemos ido creando sistemas de acercamiento y aplicación de lo aprendido, para poder emplearlo con acierto.
Este email, esta vez, explora la idea de que de “lo natural” no es nuevo. Es más, lo natural es mejor, mientras de más viejo venga.
Claro que podrás acusarnos de que nosotros nos dedicamos a los aceites esenciales, y que este email es parcial. Sobre eso solo he de decirte que me alegra que ya te hayas dado cuenta. Pero eso no es lo que quiero mostrarte.
La cuestión importante es que son productos naturales, cuyas formas de obtener no son nuevas. Se obtienen de técnicas que se han mejorado, algunas de ellas, durante muchos cientos de años.
Tanto que puede que, hasta mi primo el neandertal, ya conocía la cosa.
¿Qué dicen los que saben?
El antropólogo Alfonso Julio Aparicio Mena dice que “los sistemas terapéuticos tradicionales responden a las culturas de los pueblos en los que surgen. En ellos, se concibe la naturaleza íntimamente ligada a la tradición.”
Resulta que durante el tiempo que tenemos en este planeta, hemos probado y desarrollado métodos y mecanismos sacados de observar la forma en la que la naturaleza funciona. Desde siempre hemos caminado de la mano de productos naturales de uso tradicional, que hemos aprendido a utilizar a través de la recopilación de prácticas culturales relacionadas con el cuidado de nuestro cuerpo. Y todo ello lo hemos ido mejorando a partir de la interacción que hemos tenido con el mundo natural.
De todo ello hemos aprendido, al final, es que el bienestar está relacionado con mantener el equilibrio entre tu cuerpo, la naturaleza, lo que piensas y la sociedad en la que vives. Parece algo complicado, pero enseguida verás que te suena, y mucho.
Una historia de observación
Los humanos hemos desarrollado, de siempre, una relación muy estrecha con la naturaleza. Nos hemos acercado a ella de diferentes formas, y podemos decir que todo ello se aprende dentro de la sociedad en la que vives. Es decir, la manera en la que te acercas a lo natural es aprendido, y es la resultante de lo que has visto y vivido de la gente que está a tu alrededor.
A la vez el grupo, todo, también aprende. Con el tiempo y desde que estamos aquí, cada grupo humano que ha formado una cultura propia tiene su forma de acercarse a la naturaleza. Y como cabe esperar, esas diferentes formas tienen sus puntos en común, y también sus diferencias. Pero en general, se puede decir que, a lo largo del tiempo, todos hemos terminado por desarrollar formas prácticas de aprovechar lo que la naturaleza aporta a nuestro cuerpo.
Al final no nos ha ido tan mal. Es decir, como seres humanos, hemos aprendido a sobrevivir, con mucho éxito, a millones de años de trajín, caminando de aquí para allá, mientras poblábamos todo el planeta.
Cosas para el día a día
No hablo, por si acaso tu mente se quiere ir por allí, de prácticas contrastadas con evidencia empírica, o con pruebas formales de seguridad. Eso es medicina, y es el campo de los científicos que se dedican a ello y que, viendo los resultados de los últimos 200 años, lo hacen muy bien.
Me refiero al uso de productos que se encuentran en la naturaleza, utilizados durante cientos de años, y que hoy sabemos por la química que estudiamos en el instituto, que son moléculas que se obtienen de lo que hoy llamamos “productos naturales”. Y, para ponerlo sencillo, y por mucho marketing que se haga utilizando esas dos palabras, no son más que las plantas que vemos cuando salimos de paseo por la naturaleza.
Es tan tremendo el camino que hemos recorrido, que incluso hay evidencias de que humanos anteriores a nosotros utilizaron plantas para cuidarse los dientes. Es decir, esta relación que tenemos nosotros los homo sapiens con la naturaleza, ya nos viene de mucho antes. La heredamos de humanos aún más antiguos que nosotros, y siempre ha sido para cosas de todos los días.
¡Por Dios, que lo que digo es que los neandertales se lavaban los dientes con pasta dental sacada del álamo y del pino!
Está claro, que todo avanza
Desde aquellos días, en que vivíamos en cuevas, hemos aprendido que las cosas son mejorables. Y lo que utilizábamos de una manera, ha ido cambiando y mejorando, para poder cumplir con las funciones que necesitamos. Quiero decir, con esto, que es obvio que hasta la “colgate” es mejor que aquella pasta dental de álamo y de pino.
Pero el objetivo sigue siendo el mismo. Mantener y mejorar nuestro cuerpo para poder hacer lo que tenemos que hacer cada día, y así poder vivir la vida que tenemos, trabajando, teniendo amigos y disfrutando cuando podemos.
Lo que hemos heredado de aquellos primeros humanos es simple. Los productos naturales ya existen. Salen de la naturaleza. Y están hechos para funcionar bien dentro de nuestros cuerpos. De hecho, es esa característica lo que los hace tan especialmente atractivos como fuente para el descubrimiento de fármacos.
Pero sin llegar tan lejos, dado que no somos farmacéuticas, podemos utilizar los que tenemos a mano para mejorar el equilibrio entre nuestro cuerpo, la naturaleza, lo que piensas y la sociedad en la que vives.
¿Y qué buscaría un Neanderthal hoy?
Si viviera en esta época, un ser humano antiguo no sería diferente de nosotros. Al fin y al cabo, nosotros somos ellos, pero 200 mil años después. Uno de ellos, hoy, buscaría la felicidad de nuevas formas, y haría lo que fuera por conseguir esa diferencia para sí, y para su familia.
Buscaría nuevas experiencias que le hagan sonreír y reír. Y serían actividades, en soledad o en grupo, que le ayuden a priorizar su bienestar corporal, mientras come, charla y echa chistes.
Buscaría algo que le permitiera ver las cosas de otra manera, y estaría dispuesto a pagar una prima por ello, si es que le sirve de verdad.
Buscaría comprar cosas que le hicieran feliz cuando las recibe o las paga.
Buscaría gente y empresas que no les de miedo bromear, que les saquen sonrisas y risas, como le sucede a la señora esa que dice que su dentista le hace sonreír más que su marido. Y no le importaría estar con otras personas que se tomen el humor con seriedad.
Buscaría a más personas, entre amigos y familiares, que estuvieran dispuestas a utilizar el humor, y a reír y a sonreír más seguido. Y pasaría más tiempo con ellas, aunque le cueste un poco más de dinero.
Buscaría hacer actividades en las que tenga más oportunidades de usar el humor para mejorar sus experiencias, y que a la vez le permita hacer reír o sonreír a otros.