Presentación
La magia de poder tener un producto elaborado por humanos, que mantenga las propiedades naturales energéticas presentes en la naturaleza, es un viejo sueño de todos nosotros. Esa búsqueda, que está motivada por una especie de necesidad que llevamos por dentro, es la de querer dar “vida” a las cosas. La cocina, la química, la alquimia, tienen eso en común.
Tenemos historias que nos cuentan cosas de este tipo en todas las culturas, porque hemos hecho e intentado casi de todo. Pero la idea detrás de ellas es sencilla. Se basa en tomar dos productos, los que sean, y mezclarlos. Si el resultado es mejor, todo perfecto. Si no lo es, a la basura. Es puro ensayo y error. Un buen ejemplo, para no dejarte dudas de por dónde voy, es cuando mezclas cosas en la cocina. Sin receta. Al terminar, te haces la señal de la Cruz, rezas un Padre Nuestro, y pruebas lo que has cocinado.
Si la cosa sirve, es perfecto. Significa que la suma de los ingredientes produce un resultado mayor y mejor que los ingredientes por separado. Si la cosa va a la basura, entonces la suma de los productos que mezclaste es menor a lo que ellos, por separado, aportan.
Es un principio muy sencillo que podemos aplicar, como idea, a casi todo. Pero este es un email sobre aceites esenciales de Young Living, así que lo que toca es trabajar con ellos, para sacarles mayor provecho.
Moléculas, una unidad
Para que no te pierdas, vamos a repasar alguna que otra idea. A mi manera, claro. Tus profes de química igual no aprobarían lo que te voy a decir, pero si te lo hubieran explicado como lo vamos a ver ahora, tú hubieras hecho química en la uni. Segurísimo.
Esta forma de ver las cosas me las enseñó López, un viejo y encorvado profesor de química de mi instituto, al que todos tenían por loco. Recuerdo que en la primera clase estaba explicando que en algunas reacciones químicas se libera energía. Enseguida encendió un mechero, y me lo acercó al brazo.
¿Por qué retiró el brazo tan pronto, Flores?, preguntó después del salto que di en mi silla. Porque me iba a quemar con el encendedor, le dije asustado. ¡No!, dijo. Lo que quema no es el encendedor, ni la llama. Lo que quema es la energía que se libera. Fue una gran cachetada para mi mente adolescente. De más está decirte que nos enseñó a hacer cervezas que no nos produjeran resaca. Una pasada.
Necesitas pensar como alquimista
López, químico de profesión, me enseñó que todo es química en la vida. Si al agua le añades un poco de papaya y fresas, tienes un zumo. Si pones mucha papaya, mal. Si pones muchas fresas, mal. Si pones mucha o poca azúcar, mal. Vamos, un arte cuyo principio alquimista es sencillo. La suma de los componentes debe resultar mejor que los componentes por separado.
Claro que puede que, al principio, algún recalcitrante alquimista moderno no esté de acuerdo con lo que acabo de decir. Pero es que no tuvieron a Super López de profe. Si te fijas bien, y te detienes a pensar un momento, verás que en la idea alquimista de querer “convertir el plomo en oro” subyace el mismo principio. Que la cosa, al final, esté mejor.
Lo mismo puede ser aplicado a los aceites esenciales. Y hoy, con los conocimientos de ciencia que tenemos, podemos aventurar una idea que puede que te resulte sorprendente, pero que es muy, pero que muy práctica. Los aceites esenciales de Young Living están vivos.
Lo que haría López
Fíjate. Cuando acercas un mechero a tu piel, la energía que desprende el mechero no se ve. Tu ves la llama, lo que es normal. Pero es que mucho antes de que la llama te toque, ya sientes el calorcito. Esa es la energía que se desprende del mechero y que capta tu piel.
Pasa lo mismo cuando comes pero de otra forma, nos contaba López. Imagina una pera, nos decía. Está hecha de moléculas, y éstas de elementos. Podrías ver a esos elementos como si fueran personas dentro de la fruta. Como amigos que van siempre juntos, en pequeños grupos, que son las moléculas. Si esos amigos dejan de estar juntos, entonces la pera deja de ser pera.
Flores, ¡ahora cómete la pera! Me gritaba y me obligaba a hacer el teatrillo de masticar en clase. Al meter la comida en tu boca, lo que haces es romper esos grupos de amistades. Cada persona se separa de su grupo original y se va con otras. Como en la vida real, nos decía. Ya saben, Luis conoce a María y deja su vida de soltero, para irse a hacer sus cositas con ella. Todos reíamos.
Dos ejemplos, ¿pero solo dos vías?
Ahora fíjate en esta otra idea. A ver si puedo llegar a ser tan bueno dando ejemplos como el López. Físicamente hablando, una cosa es que tu piel capte calor, y otra que te comas una pera. En el primer ejemplo, no hay absorción de nada. Solo registras la información. En el segundo te comes la pera, y ésta deja de ser pera para pasar a ser parte de ti.
Y esas son dos formas de asimilar información, en 3D, de algo. Pero existe una tercera. Te hablo de una forma energética de hacerlo, en la que necesitas aplicar el concepto de resonancia. Esa idea implica que dos cosas pueden compartir información sin tener contacto entre ellas. En este caso, una molécula con una información puede hacer que otra, que esté lejos, recuerde esa información solo con estar cerca de ella.
Aquí no te estoy hablando de que una energía pasa, o va, o se transfiere de un lado a otro. Más bien hablo de una especie de despertar de una de las partes, impulsado por la otra. Es decir, la información ya está dentro de cada parte, pero una la recuerda, y la otra no. La que recuerda hace que la otra, solo por estar cerca, también recuerde. Y todo se sucede sin intermediación ni intercambio alguno.
Practica a ver que sucede
El principio es muy sencillo. Un ejemplo, admito que poco gracioso, es como cuando salías a la calle sin mascarilla y veías a otros con la suya puesta. Enseguida caías en la cuenta de que no llevabas la tuya, pero sin que nadie te lo recordara directamente. Otro ejemplo, más místico, dice de Buda que bastaba con acercarse a unos kilómetros de donde estaba, para que sucedieran milagros.
Ambos son grandes ejemplos del mismo principio. Uno más llamativo que el otro, pero es el mismo principio. Y ahora, avanzando en la idea, te dejo unos sencillos ejercicios, que pueden ser buenos para que imagines mejor lo que quiero explicarte.
Empieza por cerrar los ojos, e imaginar en tu cabeza una molécula de aceite esencial de limón de Young Living y luego imaginas, al lado pero no juntas, una molécula tuya. Acércalas en tu mente. Hazlo lentamente y sin que se toquen nunca. Observa el cambio que se sucede en cada una de ellas.
Ahora, como continuación de ese ejercicio, en tu mente, comienza de nuevo. Igual que antes, tienes una molécula del aceite esencial y una tuya, pero ahora imagina que le dices a tu molécula que se niegue a tener en cuenta la información del aceite. Mira lo que sucede.
Vamos a por todas
Ahora que ya entiendes cómo es que funciona la cosa, de molécula a molécula, podemos ampliar el ejercicio, para que el resultado final sea mejor que al principio.
La parte final del ejercicio puedes hacerlo, por ejemplo, con aceites como Abundancia, Perdón, Creencia, Claridad, Sentido Común, Alegría o Niño Interior. Y en este caso puedes modificar la imagen un poco, para incluir a todas las moléculas del frasco por un lado, y a todo tu cuerpo por el otro, en lugar de utilizar una sola molécula de él.
Así que cierras los ojos e imaginas, en tu cabeza, el frasco de aceite por un lado y a ti del otro. Acerca ambas imágenes lentamente, pero sin que lleguen a tocarse, hasta que se produzcan cambios en ambas partes. En este momento, mentalmente, le das la orden a tu cuerpo de recordar todo lo que el aceite le aporta. Y agradece lo que suceda.