Una aventura inimaginable - Email #39
El pasado fin de semana ha tenido lugar la Convención Europea de Young Living. Obviamente se trata de un evento comercial donde los haya, y no puede ser de otra forma. Gracias por ello. Aún así, y a pesar de que yo no estuve, la línea mágica de este negocio sigue activa y asegurada con Mary Young a la cabeza.
Voy a centrar este email en una idea que me ha recordado Jasmin, mi esposa. Se trata de que cada Convención tiene su aceite. En este caso fueron dos. “Raíces” y “Alas”. Y, además, cada convención te da acceso a nuevos aceites que sólo puedes comprar allí, y que son como valores añadidos por tomarte el tiempo y dinero que implica asistir.
Pero no solo es que son aceites exclusivos para esa ocasión. Ahí esta lo valioso de ello. Cada uno de esos nuevos nacimientos son ideas que determinó y dejó en sus notas Gary Young. La idea de la que te hablo igual no es nueva para ti, pero sigue siendo el valor más importante que aporta Young Living a su negocio, porque las fechas en las que debían llegar esos aceites a los distribuidores también fue determinada por él, con precisión, antes de su muerte.
Eso es un trabajo impresionante y poco común, porque los aceites que ha propuesto hasta ahora son justo lo que requiere el momento, energeticamente hablando. Y eso es lo que hace al negocio de Young Living una empresa altamente intuitiva, que demuestra que es capaz de mantener los principios del trabajo honesto y dedicado, pero sin despreciar el valor económico de esa labor. Y eso es lo que definió Gary antes de morir.
Hagamos un poco de historia, para ubicar el trabajo que se hace con estos aceites.
La historia de antes
La doctora, bioquímica y zoóloga María Lis-Balchin, cuando trabajaba para la Universidad South Bank, dijo que el comienzo del uso de los aceites esenciales “se ha atribuido tanto a los antiguos egipcios como a los chinos”. Hay referencias de su uso, en ambas culturas, de hace más de 4500 años. Es posible que esos usos se hayan filtrado de una cultura a la otra, pero no parece haber constancia de ello.
Lo que si es cierto es que esta primera etapa en el uso de los aceites era muy mágica. Y los productos que había, que eran pocos, “se usaban en prácticas religiosas, como medicinas, perfumes y agentes embalsamadores (Manniche, 1989, 1999), y para hacer aflorar una mayor sexualidad (Schumann Antelme y Rossini, 2001).”
Claro que no hablamos de los aceites modernos. Faltaría más. Estos que conocemos hoy son el producto histórico del uso y de la producción de muchos aceites, durante esos más de 4 milenios. En aquellas épocas se utilizaba la esencia que se obtenía de plantas crudas, caso del incienso, o la mirra. Lo que se obtenía era como una especie de “grasa aceitosa”, que ya contenía aceites esenciales, con la que se masajeaban tanto los cuerpos de los trabajadores que construían las pirámides, como el del personaje pudiente, después de sus baños.
La señora Lis-Balchin añade que “el incienso a menudo se mezclaba con narcóticos como el cannabis para anestesiar algunas veces a los animales sacrificados, pero sobre todo y especialmente con los humanos (Devereux, 1997). El aceite de incienso, utilizado para esto, era de una composición química completamente diferente al quemado (Arctander, 1960) y, por lo tanto, tenía funciones completamente diferentes.”
Algunos de esos aceites se quemaban, a manera de difusores, y estaban dedicados a dioses específicos. En Egipto, por ejemplo, las recetas y los protocolos siguen grabados en las paredes de algunos templos. Además, también se utilizaban para embalsamar, pero no sólo con la intención de conservar el cuerpo, sino para garantizar un buen pasaje al otro lado. Para ello utilizaban enebro, casia, canela, madera de cedro y mirra.
En China se solían utilizar mezclas de varias plantas, que eran muy populares entre los budistas. En India ya utilizaban un aceite que sacaban del jazmín y otro de la raíz de nardo. Todo esto mejoró cuando se empezaron a organizar las rutas comerciales hacia China y Arabia, y comenzaron a utilizar casia e incienso. Con el tiempo hicieron sándalo, que utilizaron para limpiar las efigies de sus dioses.
En los tiempos de Jesús se utilizaba incienso para purificarse. Y los cristianos primitivos heredaron el uso de sándalo para limpiar las imágenes de sus santos, lo que aportaba un aroma muy especial a las criptas e iglesias de la época. Sin embargo, el uso del incienso tardó en llegar, y hoy solo es aceptable dentro de las prácticas católicas.
De más está el contarte que los aceites esenciales fueron muy utilizados por los magos de la edad media. Pero es interesante que sepas que en América ya se utilizaba un aceite llamado copal, antes de la llegada de los europeos, y que era obtenido de pinos y otros árboles.
Y para terminar, en honor a la reina Isabel II, se conoce que su ritual de coronación, en 1953, incluía los aceites esenciales de rosas, azahar, jazmín, y canela, mezclados con semillas de sésamo. Todo hecho a partir de un protocolo creado en los tiempos de Carlos I.
La etapa científica
Karl-Heinz Kubeczka, un doctor y farmacéutico aleman muy currante, nos ha dejado un resumen muy interesante de la evolución de los aceites en nuestra época. Su trabajo nos hace pensar en cómo todo se ha alejado de la magia, para convertirse en algo más empírico.
El primer científico que dedicó su tiempo a este estudio fue el químico francés M. J. Dumas (1800–1884). Su trabajo, como cabe esperar de alguien de su época, se centró en el estudio de las moléculas y los elementos químicos implicados dentro de lo que llamamos aceites esenciales.
Otro investigador francés, M. Berthelot, siguió ese trabajo, clasificando moléculas. Sin embargo, las investigaciones más importantes han sido realizadas por O. Wallach. Este hombre es quien pudo clasificar las moléculas que intervienen en el proceso, y que son las que hacen que un aceite sea, al final, esencial.
Por primera vez, y a partir de allí, se pudieron destilar las moléculas naturales específicas, lo que abrió la posibilidad de poderlas crear en el laboratorio, de forma sintética. El trabajo de Wallach fue brutal. Enorme. Por eso le dieron, en 1910, el Premio Nobel de Química “en reconocimiento a su destacada investigación en química orgánica, y especialmente en el campo de los compuestos alicíclicos”.
El alemán A. von Baeyer, también se dedicó a lo que se llama “química estructural”, que desarrolló y aplicó al amplio campo de la química orgánica, incluyendo a los aceites esenciales. A este hombre le dieron, en 1905, el Nobel de Química “en reconocimiento a sus contribuciones al desarrollo de la química orgánica y la química industrial, por su trabajo sobre colorantes orgánicos y compuestos hidroaromáticos”.
Como ves, todos ellos se lanzaron al estudio de las moléculas, y sus contribuciones son importantes porque ayudaron a desarrollar la química sobre la que se basan muchas de las medicinas y productos comestibles al día de hoy.
Luego llego la era de la cromatografía y de la espectroscopia de resonancia magnética nuclear, y entonces hemos podido entrar más detalladamente en las estructuras moleculares de los aceites. Es magia, pero de otro tipo. La explosión de conocimiento que ha habido desde entonces se ha centrado en métodos analíticos, lo que ha permitido el desarrollo de nuevos procesos industriales, y de inimaginables técnicas de escala para usos en laboratorio.
Y entonces llegó Gary Young
En ese camino empírico, como es normal, se perdió la magia del principio. Debía ser así, no pienses que me estoy quejando. Pero los desequilibrios son malos, y nunca duran mucho tiempo. Por eso es que a la vida, sino se le hubiera aparecido un Gary Young, ella habría tenido que inventárselo.
Su acercamiento es científico, empírico y analítico. Y lo es porque él entendió que esa es la única forma de saber si un aceite es bueno o malo. No es lo mismo un aceite esencial de limón que tenga solo 1 o 2 moléculas del limón esencial, a que tengas uno con más de 27. No es lo mismo, ni se escribe igual.
Pero es que, además, nos legó la idea de que con un aceite malo tus conexiones serán, también, malas. Es como echar aceite o gasolina malas al coche. Pan para hoy, y hambre para mañana.