Presentación
En este email vamos a ver a los aceites esenciales como los viejos compañeros de viaje que son para nosotros. Podría decirte que es un poco de historia, pero no sería toda ella, sino solo una parte. Una con la que te vas a divertir mucho, a la vez que te aclarará algunas cosas que es muy posible que desconozcas.
Es lo que me gusta llamar la herencia europea de los aceites esenciales, nacida en la época de la antigua Grecia y del Imperio Romano, cuando se utilizaron para mejorar la salud y el bienestar, además de en baños terapéuticos y masajes, para cosmética y perfumería, para embalsamar y hasta para rituales religiosos.
Claro que esto no empezó allí. Los aceites esenciales se conocieron en la China antigua, en India, en Persia y en Egipto. Fue desde esas tierras desde dónde llegaron a Europa, en los tiempos de Héctor y de Aquiles, que luego heredó Roma.
Y aunque esas esencias no eran como los que conocemos ahora, el trabajo que se hizo a partir de allí, en viejos y ocultos monasterios de la Edad Media por todo el continente, fue determinante para el desarrollo que viven hoy en día.
Es a esa etapa monástica de los aceites, poco conocida, la que quiero presentarte un poco más. Así que vamos a ello.
Los aceites en la Edad Media
La caída del Imperio Romano trajo emparejado el ascenso de los monasterios en Europa. Y aunque eran instituciones de tipo religioso, en la práctica se convirtieron en los lugares de moda y centros de toda la vida social, porque eran los monjes y monjas quienes gestionaban de verdad aquello, con sus vestidos anchos, mangas grandes, túnicas y velos. Imagina eso. Era alrededor de ellos que giraba toda la actividad social y cultural europea de entonces.
Vivían, cuidaban y administraban esos complejos enormes de edificios, en los que se ofrecía refugio, alimento y asistencia a la gente común, a enfermos y a viajeros. Además, a menudo funcionaban como hospitales y albergues. Muy al estilo de lo que hicieron, siglos antes, los budistas en Asia, a lo largo de toda la ruta de la seda.
Está claro que la forma en la que se organizaban estas gentes, dentro de los edificios que conformaban el monasterio, partía de la rutina religiosa diaria, la oración y los Oficios Divinos. Pero, como tenían que vivir y mantenerse, se terminó por incluir el trabajo manual y el estudio, incluyendo la agricultura, jardinería, copia de manuscritos y, por supuesto, el cultivo y procesamiento de plantas medicinales. Y eso lo cambió todo.
La combinación perfecta
Claro que todo ese mundillo es interesante de estudiar, pero imagino que empiezas a hacer tus propias conexiones mentales. No es difícil caer en la cuenta de que los métodos primitivos de destilación para extraer esencias de plantas, que habían desarrollado los griegos y los romanos, fueron preservados, copiados y estudiados en esos monasterios, haciendo que la cosa perdurara a pesar de la presión de la iglesia.
Pero es que como también eran lugares en los que se cuidaba a enfermos, tenían la posibilidad de utilizar de forma directa el conocimiento sobre medicina que tenían en sus bibliotecas, dado que no había un Ministerio de la Salud que los regulara. Suena tonto, ya lo sé, pero es que era la Edad Media, y se utilizaban remedios herbolarios, en los que se incluían aceites y ungüentos a partir de plantas medicinales, sin la protección de la Agencia Europea del Medicamento. Muy divertido.
Y, por último, había un tercer elemento vital en toda esta historia. Y es que los monasterios tenían jardines monásticos, que eran vitales para sobrevivir, porque allí se cultivaban plantas con fines alimenticios, medicinales y litúrgicos. Y vuelvo a llamar tu atención sobre el hecho de que la época era la que era, así que como no había mensajerías para enviarte los aceites a casa, todo se procesaba y se consumía allí mismo.
Monasterios y aceites esenciales
Como puedes imaginar ya, en esos tiempos los monasterios fueron más que simples centros religiosos; actuaron como focos de aprendizaje y preservación del conocimiento. Los monjes y monjas eran a menudo las personas más educadas de la época, encargadas de copiar y preservar textos antiguos, incluidos los tratados médicos y herbolarios. Además, atendían a la gente utilizando esos conocimientos y sembraban sus propias plantas, que luego procesaban para convertirlas en aceites y ungüentos.
Por eso, profundizar en el papel de los monasterios y las tradiciones herbolarias en relación con los aceites esenciales en la Edad Media es muy divertido. Es una demostración más del ingenio humano por preservar el saber y la tradición, a pesar de las circunstancias. Y todo se hizo dentro de estos centros de aprendizaje y conocimiento, que actuaban a la vez como centros de estudio y de preservación de textos.
Los monasterios eran lugares de concentración intensa, donde los copistas trabajaban en sus pupitres iluminados por la luz natural o por velas, en silencio y con dedicación. Y con esas copias se llenaban las bibliotecas, pequeñas y ricas en contenido. Podías encontrar en ellas textos religiosos, pero también científicos, filosóficos y médicos.
Claro que muchas de esas bibliotecas eran de acceso restringido, lo que refleja la percepción de que el conocimiento era valioso y, a veces, peligroso. Por eso es tan importante que entiendas que la manera en cómo se preservó y transmitió el conocimiento botánico y medicinal fue cuanto menos creativo, durante un período que no se puede considerar ni abierto ni positivo.
La herencia
La vida en los monasterios medievales fue fundamental en la preservación y transmisión del conocimiento sobre plantas y sus esencias. Aunque los aceites esenciales en la forma que hoy conocemos no estaban plenamente desarrollados en la Edad Media, las prácticas monásticas y la herboristería medieval sentaron las bases para el desarrollo futuro de la destilación de aceites y la aromaterapia.
Este legado es una parte esencial de la historia de los aceites esenciales en Europa, conectando el pasado con las prácticas contemporáneas de bienestar y el buen vivir.
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