Presentación
Esta segunda parte de la historia de los aceites esenciales en la Europa medieval es reveladora y novedosa, porque echaremos una mirada al papel de la España de entonces en todo ese mundo.
En el artículo anterior, “Una edad media esencial”, ya hicimos un recorrido rápido por cómo fue que los aceites esenciales, y otros productos naturales derivados de plantas, eran utilizados principalmente en medicina, rituales religiosos y cosmética. Además, revisamos cómo se desarrollaron dentro del continente, y cómo los monasterios fueron centros clave para preservar y transmitir este conocimiento, actuando como centros de intercambio intelectual.
Y, aunque entonces la destilación de aceites esenciales no era como la conocemos hoy en día, la obtención de los extractos de plantas y hierbas mediante métodos más simples como la maceración, infusión o destilación rudimentaria fue la base a partir de la cual se desarrolló todo.
Ahora, lo que vas a leer es acerca del papel que tuvieron los aceites esenciales en la España medieval, y de cómo se desarrolló y difundió el conocimiento a través de las rutas comerciales que unían esta parte sur del continente, con el resto.
Dos etapas, y una sola red comercial
Podría saltarme esta parte y pasar a la lógica y esperada idea de la España católica, pero eso no va a pasar, porque lo interesante es ver toda la imagen completa de lo que sucedió en aquella época. Aunque a veces se tenga la impresión de que hubo una ruptura total entre el mundo musulmán anterior a la reconquista y el cristiano que llegó luego, en realidad no fue del todo así. Cambiaron los mandos, y la religión claro, pero la gente siguió viviendo, y no hay nada como el comercio para estudiar cómo es que las sociedades avanzan en la vida.
Para empezar a explicarme, tenemos que revisar que en la etapa llamada la edad de oro del islam, se tradujeron muchos libros clásicos europeos al árabe. Estos nuevos conocimientos, unido a los que ya existían en el mundo musulmán, produjeron algunos avances científicos y médicos interesantes. Y, sobre todo y porque nos interesa aquí, la inevitable evolución de los procesos básicos de destilación europeos clásicos, que fueron perfeccionados permitiendo la extracción de esencias puras de plantas y hierbas aromáticas.
Esos productos, y el conocimiento asociado a aceites, especias y perfumes, se expandieron a través de las rutas comerciales que conectaban el norte de África con la península ibérica y el resto de Europa. En otras palabras, en la primera etapa del desarrollo de los aceites esenciales en la España medieval, el comercio fue fundamental para que el conocimiento de la destilación y el uso de aceites esenciales, venidos de Oriente Próximo, Oriente Medio y Asia, se difundiera hasta los monasterios y las cortes cristianas de Europa.
La misma red, etapa cristiana
Luego llegaron los monasterios cristianos, que mantuvieron un flujo constante de información y conocimientos entre diferentes monasterios en Europa, utilizando las mismas rutas comerciales que ya existían de la época musulmana. Se puede decir, sin temor a equivocarnos que, si un monasterio en el sur de Europa adquiría conocimiento sobre destilación y aceites esenciales, este saber se compartía con otros monasterios a través de cartas y visitas entre los monjes.
En esos grandes edificios monacales de piedra de la España medieval, el uso de aceites esenciales y productos botánicos se entrelazaba con el comercio, la medicina, la religión y la cultura. Allí no solo preservaron el conocimiento religioso, sino también fueron centros de producción y transmisión de saberes científicos y médicos. Y todo comenzaba en los jardines monásticos, en los que los más jóvenes aprendían a sembrar y procesar las esencias aromáticas, a partir del conocimiento milenario que se recopiló durante toda esa movida medieval.
Y tienes que saber que no solo se utilizaron las rutas comerciales. También las de peregrinación, como el Camino de Santiago, porque facilitaban el intercambio de conocimientos entre los monasterios de España y Europa. En esos caminos de tierra, por los que transitaban monjes y peregrinos, los monasterios actuaban como puntos de intercambio cultural y comercial ubicados a lo largo de la ruta. Ofrecían refugio a los peregrinos, que llevaban dentro de bolsas colgadas a su costado los frascos con aceites esenciales, y fragmentos de hojas que contenían el conocimiento que llegaba del pasado, actualizado.
Y así, hasta el renacimiento
Las plantas aromáticas y los aceites esenciales, que los monjes producían en España, se difundieron a otras regiones europeas por caminos de tierra que ya ni existen, llenos de las huellas de carretones y de los pasos de peregrinos y mercaderes. Por esas sendas polvorientas se transportaron mercancías, pero también las ideas y los sueños de quienes llevaron a los aceites esenciales por todo el continente, siguiendo las prácticas milenarias que aprendieron, desarrollaron y expandieron.
Y resultó, con el tiempo, que todo este trabajo de interconexión entre personas en Europa, dentro de la cual la península ibérica fue una parte significativa, dio comienzo a un período de revitalización intelectual en todo el continente. Todo sucedió, en gran parte, por el impulso que causó la reintroducción de textos clásicos y árabes a través de España. Los monasterios, junto con centros urbanos como Toledo, desempeñaron un papel crucial en este proceso.
En consecuencia, el redescubrimiento de los tratados sobre medicina y destilación permitió a los monjes europeos aplicar nuevas técnicas en la producción de aceites esenciales. Y tenemos que admitir que el intercambio de ideas y productos, a través de las rutas comerciales, contribuyó a este florecimiento cultural, al conectar a los monasterios con el creciente mundo universitario y los mercados europeos.
Y me imagino los aceites esenciales de esa época como útiles partícipes en el encendido de la chispa de conocimiento que se expandió entonces, desafiando a las sociedades europeas de la edad medieval, y haciendo entender a las gentes de esa época que se puede producir una transformación en ellos, tal como le sucede a una planta para que aparezca su esencia en un aceite.
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