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Presentación
En la línea del email #49, vamos a seguir explorando una idea tan extraña como radical. Tu cuerpo está definido por un campo, lleno de un vacío que está por todos lados. Todo ese vacío conforma una región precisa de la energía, cuyas características definen lo que llamamos dominios de la realidad. En el caso que nos toca, decimos que es el dominio energético de tu cuerpo. El lugar en donde él existe, en todas partes, y al mismo tiempo.
Ya imagino que todo esto puede parecerte un palabrerío sin sentido. Pero verás que al final de toda la lectura, podrás encontrar el significado de todo eso que acabas de leer.
Empecemos por repasar lo dicho en el email anterior, en el que terminé diciéndote que tu cuerpo está hecho de moléculas, y éstas de átomos. Y si ya has visto los modelos de átomos que están en los libros de instituto, verás que los electrones siempre aparecen como dando vuelta alrededor del núcleo. Pero si te fijas bien en esos dibujos, lo que realmente pasa es que entre esos electrones y el núcleo no hay nada.
Y como nos lo enseñan sin emoción, nos da igual el ver tanto vacío. Como si no importara que ahí no “haya nada”. Incluso nos parece hasta normal porque, total, no hay que preocuparse de lo que está vacío.
Pero en ese email también te dije que la palabra vacío, en física, significa que lo que está allí no se ve. Podríamos decir que las ondas viven dentro de ese vacío. Ahora vamos a llevar esa idea un poco más lejos.
La energía tiene “compartimentos”
Lawrence LeShan y Henry Margenau, en su libro “El espacio de Einstein y el cielo de Van Gogh”, proponen una gran explicación sobre cómo podemos ver esto de “la energía”. La idea que proponen es bastante sencilla. En lugar de pensar en un único, enorme y total campo uniforme de energía, sugieren que en realidad el total de ella está formada por partes más pequeñas, que llamaron dominios.
En la práctica la cosa es muy sencilla de imaginar. Si acercas los ojos a tu piel verás que no es del todo lisa, por muy joven que seas. Si la miras con una lupa, verás incluso las estrías de la epidermis. Pero si pudieras ver una célula por dentro, verías todas sus partes. Todo eso forma parte de un solo dominio de la realidad que se llama “molar”. Pero si pudieras ir más profundo y ver algo más pequeño, encontrarías moléculas y átomos.
En realidad, no tenemos detalles reales de cómo es un átomo, pero sí modelos muy exactos de cómo son, y confiamos en ellos. Y tú podrías pensar, ahora mismo, que esto no es del todo serio y que no se puede decir cómo es una cosa sin verla. Pero resulta que sí se puede, y lo que hacemos cuando cambiamos de dominio es predecir cómo es la “vida” ahí dentro.
La realidad en el dominio atómico
Así que, cuando te cambias del dominio molar, que es el que tú ves con normalidad, en realidad te “mudas” a otro dominio. En otras palabras, cuando estudias a las moléculas y a los átomos, estás haciéndolo dentro de su propio dominio, uno que se llama “atómico”. Y como allí las reglas nos son las mismas que en el dominio molar, no podrás “ver” las cosas con los ojos, sino de otras maneras. Y allí es donde, de momento, quería que llegaras. Vamos a ver ahora cómo es ese dominio atómico.
Lo primero es que un átomo puede estar o no estar, porque en este dominio puede pasar eso. Ya sé que en el nuestro se está o no se está, y eso es un hecho real. Pero ahí abajo, dentro del dominio atómico, esa regla no se cumple.
Por eso es por lo que puedes decir que hay electrones alrededor del núcleo de cada átomo, y a la vez también puedes decir que hay una nube electrónica, que es cuando los electrones no están. Ya imagino que te parece raro, ya lo sé, pero es que allí es así. Imagina esto, para que sea más sencillo aceptarlo. Una nube electrónica es un campo que envuelve el núcleo, y es el espacio dentro del cual es posible que encuentres un electrón.
Y ahora que te he dicho eso, te voy a complicar un poquito la cosa. Se trata de una idea sencilla, pero que es muy, muy rara. Resulta que los átomos, junto con sus electrones, nunca se tocan entre ellos. Se acercan, pero debido a las reglas que tienen que cumplir, se repelen antes de tocarse. En tu cabeza puedes imaginar que son las dos nubes las que se chocan, antes de que lo hagan los electrones mismos. Pero recuerda, sucede que las nubes no se ven nunca.
La información entre los dominios
Te lo voy a plantear de otra manera, más cercana. Cuando chocas las dos palmas de tu mano, y suenan, y te duelen, en realidad nunca se tocaron. Los campos de los átomos implicados son los que se han repelido, generando el sonido de la palmada que acabas de hacer. Si acercas tu mano a una pared, no es tu piel la que toca a esa pared.
En realidad, son los campos de tu mano y de la pared los que se tocan, y ya sabes cómo va esto. Si es un campo, no se ve. Así que, si pudiéramos ver bien todo esto a cámara muy lenta, tu mano rebotaría cerca de la pared, pero sin llegar a tocarla “de verdad” en ningún momento.
Ahora fíjate en esto. Si golpeas la pared te dolerá que no veas. Pero eso solo es el efecto que sientes en tu cuerpo del choque que ha ocurrido, entre los campos invisibles de tu mano y los de la pared. Muy curioso, porque los puñeteros campos no se ven porque están en otro dominio, pero sus efectos sí que pasan al nuestro. Es decir, que el moretón no te lo quita ni Dios.
Partícula y onda, juntas
Ahora mira esta idea, porque todo lo que te he dicho lo vas a entender a la primera. El campo está, y dentro de él está la partícula. En el ejemplo que te he descrito el “campo electrónico” es como la casa del “electrón”. Imagina ahora que la casa del electrón tiene muebles, paredes, piso y techo. Además, tiene cuadros, cocina y hasta baños. Como es “su casa”, el electrón vive allí, pero eso no quiere decir que siempre esté a la vista. Puede que esté en el baño haciendo sus cositas, o simplemente durmiendo. Así que, si vas de visita a su casa y estás en la sala, o en la cocina, no le ves, aunque él esté allí adentro.
Pero, vamos más lejos. Imagina a los electrones de la Coca-Cola. Como las reglas del “dominio atómico” son las que son, cada electrón dentro de este refresco tiene su propia casa, en la que estará a gusto, como tiene que ser. La “decoración” de cada una de las casas, de cada uno de los electrones de la Coca-Cola, es lo que se llama “información”. Y cuando tomas un sorbo en tu boca, en realidad bebes un montonazo de electrones juntos. Es decir, al beber un refresco, metes información de ese mejunje en tu cuerpo, porque esos muebles pasan a ser tuyos. ¡Todos ellos!
Y ya que estamos, y que tú empiezas a entender la cosa esta de los campos, cambiemos de tercio e imagina que te pones un aceitito esencial de mandarina. Los electrones también van con su casa, decorada a la manera de la mandarina. Esos muebles pasan a ser tuyos, al ponértelos sobre la piel, igual que pasa con los de la Coca-Cola. La información no es la misma, claro, pero al meterla en tu cuerpo, ambas pasan a ser tuyas.
Imagina lo que puede suceder si te pusieras aceites como “Abundancia”, “Hacia el futuro”, “Enciende tu fuego interior”, “Construye tu sueño”, “Propósito” o “Vive tu pasión”. Imagina todos esos muebles dentro de tu cuerpo, formando parte de él.