Presentación
Con este email retomamos nuestros ejercicios de conocimiento. Y lo que se tercia es, justamente, seguir con la conversación que teníamos antes del parón de otoño e invierno, y lo haremos con algunas ideas tan fundamentales como clarificadoras. Dijimos, en las tres publicaciones anteriores, que el cuerpo está lleno de un vacío llamado cuántico. Un vacío lleno de cosas que no se ven, porque no reaccionan a la luz y que es lo que llamamos “tu inconsciente”.
Nos falta, por necesidad y para poder avanzar, comprender y saber el cómo hacer consciente al “inconsciente”, que es esa energía invisible que es tuya.
Y ya sé que lo que acabo de escribir parece una locura, pero no lo es tanto. Así que tú sígueme el cuento, y ubícate a finales del siglo XIX, cuando los europeos estábamos en plena fiesta. Había dinero, riqueza y éramos los amos del mundo. Y parte de ese mundo que nos estábamos apropiando estaba en Asia oriental y en India.
Desde allí no solo se trajeron mercancías y dinero. También se exportaron ideas muy curiosas, que fueron estudiadas por los eruditos y personas sabias de esos tiempos. Y ese conocimiento, añadido a la época de prosperidad que vivimos, produjo una potente onda espiritual y esotérica que tuvo una enorme efervescencia desde 1835.
Vamos, pues, a echar un vistazo a lo que se dijo del cuerpo entonces. No con el ánimo de hacer historia, sino con el de encontrar si es verdad que ha habido alguien que hablara de la conciencia del cuerpo como una posibilidad real, que no puede ser confundida con ser consciente del cuerpo.
Otras publicaciones de esta serie
La locura de finales del siglo XIX
No te preocupes, que lo que sigue no es una lección de historia aburrida y sosa. Pero tengo que contarte, para que te sitúes en el contexto, que desde 1850 los europeos estábamos en una carrera por ver quién la tenía más… llena –la cartera, digo–. Lo que sucedía es que la segunda revolución industrial nos había puesto a la cabeza del mundo, y teníamos mucho dinero.
En ese boom de prosperidad, aparecieron gente muy curiosa que se puso a traducir textos orientales a las lenguas occidentales, y a aprender filosofía y técnicas y rituales hindúes y chinos. Alababan la meditación, la vida natural y hasta a los espíritus, copiando prácticas comunes de India, del sudeste asiático y hasta de Corea.
De toda esa movida, nos interesa un nombre. Rudolph Von Laban. Él fue quien introdujo a occidente los aspectos más espirituales y esotéricos del movimiento del cuerpo. Era un hombre curioso, del que solo alabaremos sus ideas sobre el movimiento y el cuerpo, su capacidad de síntesis de ideas y la influencia que tuvo en amigos, alumnos y colaboradores.
Rudolph el de la danza
Este mago de la danza vivió en el pueblo de Ascona (Suiza), que era un centro de artistas e intelectuales, y dónde recalaron personajes como Carl Jüng, Herman Hesse, Paul Klee, Jospeh Cambell, Rudolph Stainer, Joseph Pilates y muchos de los artistas de la misma Bauhaus, incluyendo a Walter Gropius. Esas personas, en conexión sobre todo con las ideas venidas desde Asia, empezaron a compartir creencias ocultistas a cerca de la cuarta dimensión, el almacenamiento de energía cósmica y la energía hindú llamada éter.
Alemán de pura cepa, Laban no era uno más en el Monte Verità. Casi todo el mundo, en esa época, trabajó o aprendieron de sus cursos, centrados en el movimiento del cuerpo. Y para que te hagas una idea, en uno de sus libros escribió que “a través de la práctica del movimiento, [el] objetivo es remover y tamizar el inconsciente, de modo que las energías que suelen estar por debajo del umbral de la conciencia se hagan evidentes sensorialmente”.
¡Esto es poesía para nuestros oídos!
Describió, también en el mismo libro, que “el cuerpo se encuentra constantemente en un estado de «agitación», afectado, y afectando a otros, a través de un tipo de energía vibratoria o «pulsación».” Y añadía que “el cuerpo emite al espacio su propia pulsación” a la vez que recibe “las ondas de las pulsaciones ajenas que irrumpen en él”.
El movimiento del cuerpo
Laban basó todo su trabajo en la idea de que el movimiento es un proceso, y que a través de él se puede dejar salir la energía sutil que se encuentra dentro de cada uno. Decía que, al movernos conscientemente, esa energía inconsciente se convierte en un fenómeno vibratorio que toma forma, y se revela en capas de experiencia somática dentro de la práctica del movimiento.
Laban, que conocía y compartía las ideas de Carl Jüng, pensaba que el movimiento era una función de la conciencia, y llamó “esfuerzo” a esa energía expresiva y dinámica. Y todo su trabajo se centró en crear ejercicios y técnicas que permitieran a sus alumnos tomar conciencia de la información que habitualmente es disociada y fragmentada, debido en gran medida a la presión de nuestra vida cotidiana.
Para explicarlo más sencillamente, lo que decía Laban es que las energías sutiles pueden hacerse visibles a través de prácticas físicas, y pueden despertarse y animarse a través del movimiento del cuerpo, de manera que dejan de estar ocultas.
Decía que, cuando pones conciencia en ello, éstas se iluminan y dan sentido al movimiento físico. El resultado es que la persona que se mueve integra múltiples aspectos de su ser, y lo sutil se encarna, tomando cuerpo.
Y el movimiento consciente cruzó el charco
Pero esto no se detiene allí. Todavía hay un nombre que nos interesa encontrar. Es el de Hanya Holm. Esta mujer es heredera de ese trabajo espiritual hecho en Ascona, sobre la conciencia del cuerpo. Sucedió que, por razones personales, terminó en los Estados Unidos, donde aplicó las ideas aprendidas en sus experiencias en Suiza.
Pero claro, allí se encuentra con un público no europeo. Los bailarines en América estaban aún muy alejados de todas esas teorías esotéricas y espirituales que se manejaron alrededor de la danza y la música, y que había aprendido y puesto en práctica con Mary Wigman, Emile Jaques-Dalcroze y con el mismo Rudolph von Laban.
Como la maestra que fue, encontró que para sus alumnos era importante entender que, para abrir su mente, debían tener técnica y ganas de aprender, pero también aceptar la propia riqueza y la propia voz. Y todo esto sonaría ridículo y hasta cursi, si no fuera por el legado que dejó.
La adaptación llegó
Resulta que esta idea de ayudarles a “encontrar su propia voz y riqueza” ella lo logró, en su práctica personal como educadora, adaptando lo que sabía y había aprendido en Europa. Y todas esas ideas espirituales y esotéricas fueron traducidas a la manera de hacer y pensar de los americanos. No cuestionó la educación que tenían, ni su idiosincrasia, ni sus creencias. Se adaptó y adaptó las ideas a los tiempos y a la cultura en la que estaba. Como resultado, tenemos lo que hoy son los musicales de Broadway, la evolución de la danza moderna y la popularización del propio arte.
Holm fue inteligente e intuitiva, porque no se limitó a repetir lo que había aprendido y sabía que funcionaba sobre el flujo invisible que hace que te muevas, cuando dejas que tu cuerpo se libere de tu mente. Adaptó esas ideas para sus nuevos alumnos americanos, y con ello también nos las acercó a todos.
Y así fue como aquellos cursos de verano que daban solo para mujeres en Vermont, en la Escuela Bennington, se empezaron a parecer a los cursos bizarros y extraños que ella ya daba en el Monte Verità, con unos resultados extraordinarios.
Por si lo necesitas
Para ver las publicaciones del boletín puedes simplemente entrar en su página Web y localizar el artículo que busques, están todos numerados y con su título. Es muy sencillo.
Si tienes la aplicación de Substack, sigue estas instrucciones:
Abre la aplicación de Substack.
Aparecerá la página que dice “Inbox”
Toca el ícono de tu perfil, que puede estar en la parte de arriba o en la de abajo, dependiendo del modelo de tu móvil.
Busca el título "Noticias de Alegría y Abundancia"
Localiza la publicación o el email que quieras leer y toca sobre ese título.
Ya está.